Museo de las Aves del Río Uruguay

Son 230 especies de aves las que engalanan el paisaje entrerriano

Pájaros de la región cautivan con sus colores y cantos. Pero además de su belleza, dentro del ecosistema cumplen una importante función.

El 9 de mayo es el Día Internacional de las Aves, y Entre Ríos es una tierra privilegiada para quienes son aficionados a su avistaje. Y quienes no lo son, generalmente no pueden obviar el encanto de algunas de las especies que habitan el territorio provincial, o que migran y pasan por la zona un tiempo. Ya sea por su plumaje o por su canto, los pájaros de la región engalanan el paisaje.

Pero además de este atributo, cumplen una importante función en el ecosistema. Al respecto, la bióloga María Elena Zaccagnini, quien junto a un grupo del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) realiza desde 2000 un monitoreo de las aves en la región pampeana central –donde está incluida Entre Ríos– y participa en las actividades de la Reserva Natural Educativa Montecito de Lovera, en Cerrito, comentó a UNO: “En Entre Ríos son más de 230 especies las que se pueden observar. Dentro de ellas hay un elenco de aves que representan grupos funcionales y que tienen diferentes roles en el sistema ecológico. Algunas se alimentan de semillas y luego las dispersan y eso hace que se reproduzcan las plantas, ya que de otro modo no germinarían porque necesitan que pasen por el tracto digestivo de las aves. También son polinizadores, al igual que las abejas y otros insectos”.

Asimismo, señaló: “Hay aves que son insectívoras y otras mixtas, es decir que comen semillas pero también insectos, sobre todo en épocas reproductivas, porque las hembras necesitan proteínas animales para el proceso de alimentación de pichones. Otras son carnívoras y capturan animales vivos, como lauchas de campo y demás. Y están las que son carroñeras, que se dedican a comer animales muertos; decimos que son las saneadoras del ambiente porque cumplen un servicio fundamental al consumir material animal muerto, que muchas veces significa un foco de proliferación de bacterias y de virus que pueden ser peligrosos y generar enfermedades en otros animales y en los seres humanos”.

La experta sostuvo que las aves son uno de los grupos de vertebrados más numerosos e importantes que integran la biodiversidad. “Cumplen roles funcionales muy claros en los sistemas terrestres y acuáticos”, expresó.

También se refirió al impacto de los desmontes en sus poblaciones: “Hemos notado una disminución de algunos grupos funcionales, como aves insectívoras y rapaces y algunas especies en particular precisamente por efecto del cambio en el uso de la tierra. Se ha perdido heterogeneidad ambiental y hábitat dentro de un mismo paisaje, eso las afecta notablemente, y se ha notado un incremento de la diversidad de especies en los pueblos, lo cual muestra que hay espacios urbanos que se han convertido en un refugio para las que han perdido su hábitat en el ámbito rural”, dijo, y agregó: “Desde este punto de vista es muy importante tratar de hacer agricultura pero manteniendo ciertos rasgos del paisaje original, y si se desmonta que no se haga tala rasa, sino que se dejen partes bajos sin desmontar, con bosques residuales. Esas medidas de manejo contribuyen a la conservación de las aves, ya que notamos que de este modo se pueden mantener las especies, y aunque baje su abundancia por lo menos se conserva la biodiversidad. Cuando más biodiversidad haya, más ricos son los procesos biológicos que hay en el ecosistema y muchos de ellos tienen un alto impacto en la vida humana y hay que tomar conciencia al respecto”.

En este marco, Zaccagnini recordó que en el marco del Programa Ambiental Cerrito+Verde, junto a la Reserva Natural Educativa Montecito de Lovera y la Fundación Eco Urbano desarrollaron la semana pasada talleres de sensibilización ambiental con alumnos de 5º grado de la escuela N° 44 Florencio Varela de Pueblo Moreno, y de la escuela Nº 38 Mariano Necochea de Cerrito. “Lo que hicimos fue despertar un poco en los chicos el interés por las aves y el rol que tienen en nuestro ecosistema, y cómo afecta la acción de los humanos en estas especies. Nos parece importante que los chicos aprendan desde pequeños que nuestras decisiones influyen en la naturaleza y que tomen conciencia sobre ello”, manifestó.


Avistajes

Griselda Urich es una de las guías de la Reserva Natural Parque San Martín, cerca de La Picada, donde desde Paraná y alrededores llegan grupos que habitualmente se forman para hacer avistajes de aves y contó a UNO que en el lugar habitan unas 200 especies, entre las migratorias y las que viven en la zona de manera permanente. Si bien los binoculares ayudan a lograr mejores resultados, hay otras consideraciones a tener en cuenta: “Los mejores horarios para hacer avistajes de aves son temprano a la mañana y antes del atardecer. La época más activa es durante la primavera y el otoño, que es cuando migran las aves y mayor número de especies pueden observarse”, señaló.

Guillermo Soldini es uno de los participantes de los avistajes, comentó: “Acá se puede ver un cuarto del total de las especies que hay en el país”, y destacó la experiencia. A su vez, recomendó desistir cuando hay viento, ya que en ese entonces las aves no suelen volar para ahorrar energía y no se las puede ver tan fácilmente”.

En tanto, Zaccagnini expresó: “El avistaje de aves tracciona mucho las emociones de la gente por su belleza estética. Hay especies donde no se distingue entre macho y hembra, pero en otras los machos tienen una belleza inigualable porque necesitan atraer a la hembra para procrear”. A su vez, mencionó: “El canto de las aves es un mecanismo de comunicación entre ellas y sirve para detectar su presencia e identificarlas si uno no las puede ver, y también tiene una belleza muy interesante. Pero desde el punto de vista biológico es específico y algunas especies incluso tienen la capacidad de imitar a otras para confundir a sus predadores”.


El amigo de los pájaros que llevó sus cantos al país

Los Hermanos Cuestas son músicos consagrados en los escenarios nacionales y en cada uno se lució Rubén, el menor de ellos, con su silbido imitando el sonido de distintas especies de aves de la zona, sobre todo en la canción El amigo de los pájaros. Como anécdota contó a UNO que empezó con esta práctica una vez que su hermano Néstor quedó disfónico en medio de una presentación y para cubrir el bache desplegó ese arte que aprendió hace 65 años, cuando a los 10 iba con un primo a cazar pajaritos a una laguna de Bajada Grande. “Éramos cazadores pobres y como no teníamos llamadores silbábamos para atraerlos”, comentó con simpatía y recordó que en aquel entonces la población de pájaros que llegaba desde las islas era enorme, debido a que los barcos cerealeros llegaban ahí para cargar trigo, lino o maíz, que llegaban en tren tras las cosechas. “Tenían agua dulce y comida de sobra”, relató, y en su memoria alberga el momento en que años después fue a visitar en el barrio al poeta Linares Cardozo y lo encontró a la vera de la misma laguna escribiendo Costeando el tajamar.

Asimismo, Cuestas rememoró que su papá lo llevaba a un campo en El Espinillo y allá también pudo aprender sobre el comportamiento de las aves. “En la casa del tío Gregorio aprendí que de noche, tipo 21, canta el chingolo, que anuncia si va a haber buen tiempo o va a llover”, dijo, y acto seguido imitó el sonido del ave anunciando el viento sur y aseguró: “El tío le dijo a sus muchachos que guardaran las cosas porque iba a llover, y efectivamente llovió”.

Fuente: Diario Uno de Entre Ríos


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